El Greco realizaba modelos en dibujos y pequeñas esculturas, que utilizaba reiteradamente en sus obras, hecho que se constata en el rostro de los ángeles y la Virgen.
De una preparación clara en origen, pasa a utilizar una preparación oscura, que confiere un tono violáceo por transparencia, a las zonas con menos carga de pigmento, quedando un efecto de profundidad. Aplica toques blancos y carmines sutiles, en el lagrimal, consiguiendo intensidad
en las miradas y ese efecto pictórico acuoso que les da vida y tan característico en él.
El tratamiento de las carnaciones va dando paso a un juego de colores y manchas realizadas con veladuras, en las que el dibujo se pierde paulatinamente.
Los rostros evolucionan hacia una mayor blancura y luminosidad, abandonando el naturalismo hacia un ideal de belleza etéreo.